La Moda es un negocio, es un sistema de ganar dinero. Esto ha marcado su configuración actual. Una primera consecuencia es que ha dejado de ser consumida sólo por unos grupos para ser ofrecida a todos. Ya hemos mencionado cómo el motor principal de la Moda ya no es la Alta Costura, sino la fabricación en serie del pret-a-porter, no sólo, como es evidente, desde el punto de vista económico, sino también en el diseño e imagen. Así como en el s. XIX, hasta mediados del s. XX, sólo ciertos grupos vestían a la moda, mientras que la mayoría, sobre todo el campesinado con su traje tradicional de confección más o menos casera, en la actualidad no hay un vestir que no sea Moda. El mercado de la Moda se ha, pues, extendido. Otra consecuencia importante es que la oferta se ha multiplicado en diversos géneros, hasta convertirse en un mercado pletórico. La principal herramienta de diversificación en la Moda es la identidad, muchas veces asociada a la marca. Como los antropólogos han estudiado, el vestir y los adornos van vinculados al status y rol de los individuos que los llevan. Esta función ha sido recogida por la actual Moda, con la importante diferencia de que la nuestra es una sociedad bastante más abierta, con lo que no hay status y roles limitados y bien definidos. En el límite, la Moda se dirige a los individuos, pretende que su ropa sea expresión de su auténtico interior individual, de sus sentimientos y convicciones. En esto, su discurso se parece peligrosamente al expresionismo humanista o superlativo que ya vimos en el artículo Del expresionismo. Se supone que la Moda predica el «ser tú mismo» al dar a elegir el estilo de cada cual
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario